Por Jaume Vidal
Esta obra es una de las más conocidas aventuras de Sherlock Holmes, el famoso personaje creado por Arthur Conan Doyle. Personalmente no esperaba que fuera tan bueno sencillamente porque me obligaron a leerlo. Sin embargo, al cabo de diez o doce páginas descubrí asombrado que se trataba de una obra colosal en la que los diálogos, a pesar de no estar muy cuidados, llevaban casi todo el peso de la obra.
Conan Doyle, escritor escocés nacido en Edimburgo, se basó para dar vida a Sherlock Holmes a un profesor universitario que tuvo llamado Joseph Bell. En cuanto a “El sabueso de los Baskerville”, es un obra publicada en 1.902 y fue la quinta de la saga de Sherlock Holmes –después de “Estudio en escarlata” (1887), “El signo de los cuatro” (1890), “Las aventuras de Sherlock Holmes” (1891-92), y “Las memorias de Sherlock Holmes” (1892-93). Casi diez años después aparecería “El sabueso de los Baskerville”, que se convirtió en un fenómeno literario por muchas y variadas razones, y una de las más importantes, que los fans de Sherlock Holmes habían estado esperando nuevas aventuras demasiado tiempo.
Conan Doyle escribió posiblemente su obra maestra un tanto a regañadientes. ¿Por qué? Porque su intención era terminar con Sherlock Holmes de una forma elegante y retirarlo de la escena publicando sus memorias en 1.893, con lo que se entendía que ya no habría más relatos ni aventuras de Sherlock Holmes. Sin embargo, la cada vez más creciente presión popular y la propia madre del autor le obligó a retomar a su personaje estrella, que había eclipsado la popularidad de su creador mientras que la gloria se la llevaba un personaje de ficción.
Doyle preparó una puesta en escena un tanto fantasmagórica como fantástica: un perro brillante venido del infierno, con los ojos incandescentes por el fuego atacaba y mataba a gente que andaba por un páramo cercano a la mansión de unos nobles. Holmes no sólo acepta el caso, sino que además, envía a Watson a personarse en la mansión para que resuelva él mismo el misterio mientras él se dedica a otras obligaciones.
Watson se dedica a recoger y seguir pistas que infructuosamente, una y otra vez, dan en un callejón sin salida. Sin embargo, la aparición en escena de Sherlock Holmes conseguirá no sólo reactivar una de las pistas que había pasado desapercibida y que conseguirá resolver el caso.
No es un libro demasiado extenso. No recuerdo que llegara a las doscientas cincuenta páginas, pero quizá se me hizo corto. El suspense desplegado en las primeras hojas acompaña al lector durante buena parte de la novela, sin desfallecer, intrigado ante la visión de un perro enorme y asesino, con los ojos flameantes y soltando fuego por la boca. Doyle va desgranando el misterio lentamente hasta que finalmente, tanto Sherlock como Watson darán con la clave que permitirá resolver el caso, dejando al descubierto una trama más terrenal que infernal.
Arthur Conan Doyle (1859-1930), se hizo famoso gracias a la serie de aventuras del detective Sherlock Holmes, aunque este personaje consiguió absorber mucha más popularidad que el autor, algo que atormentó terriblemente a Doyle. No sólo escribió las aventuras de Sherlock Holmes, sino también muchos otros relatos como El mundo perdido, el primer relato de su serie de aventuras del Profesor Edward Challenger, publicado en 1.912.
La última obra publicada por Arthur Conan Doyle en la que aparecía Sherlock Holmes fue en 1.924, seis años antes de morir.